Darío Salas
Un gran maestro dice, "las palabras son envases". Llegan las fiestas y nos deseamos mutuamente felicidad. ¿De verdad lo hacemos?. Quiero decir, ¿Hay algún contenido dentro de ese envase de felicidad? ¿O solamente lo decimos porque se supone que hay que hacerlo?. Imaginemos un muñeco mecánico de Santa Claus repitiendo "Felices fiestas-felices fiestas-felices fiestas", La palabra "felicidad" repetida así, es como un envase vacío
Ahora imagina en cambio a una persona que hubiera logrado, por alguna clase de sabiduría especial, una felicidad completa, perdurable y permanente. Una persona capaz de mantener un estado de felicidad pase lo que pasare. Si ya sé, tal vez te estas imaginando a un tipo medio tonto (como el de la foto tal vez) con una sonrisa infantil y la cabeza ladeada. No es eso. El tipo puede estar serio y al mismo tiempo. Ser profundamente feliz. Constantemente feliz, como si llevara un sol adentro. Ese tipo te dice "felices fiestas, hermano". ¿Es lo mismo a que te lo diga el muñeco de Santa Claus?. Claro que no. Aquellas palabras sería un envase de felicidad verdadera y llevarían esa vibración, sería palabras mágicas.
"Si me quieres emocionar, emociónate tu primero" recomendaba Demóstenes (creo) a los oradores. Si quieres desearme felicidad, sé feliz tú primero, no me des un envase vacío. Yo haré lo mismo por ti. Cada día trabajaré para llenar el envase de la palabra felicidad. Y así te la regalaré, como un envase lleno.
Felices Fiestas.
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