jueves, 18 de septiembre de 2014

Los peligros de OUIJA

 Ni las hermanas Fox ni Alan Kardec recurrieron jamás al uso de la tabla ouija, aunque le hubiera sido mucho más cómodo para conversar con la gente del más allá. Aunque rudimentaria, esta forma de comunicarse con los espíritus era conocida desde la antigüedad.
No es ningún invento moderno, Pitágoras la describió en el Siglo VI a.C., así como Ammianus Marcellinus lo haría con un modelo perfeccionado, en el siglo IV d.C. En él se utilizaba un péndulo en lugar de la plancheta que vendría mucho después.
Pero fue en la segunda mitad del siglo XIX que la tabla adquirió la forma conocida, con la plancheta a modo de corazón apoyado sobre tres patas. Incluso el nombre de ouija le fue concedido entonces, por William Fuld, que declaró haberla inventado, el muy embustero, y se atrevió a patentarla. Y lo hizo para ganar dinero. En esto consiste el progreso.

La tabla ouija no es precisamente uno de esos artículos esotéricos que deb consultarse con ligereza y, menos aún, cuando se es objeto impresionable. A veces su uso es objeto de bromas -gemeralmente pesadas-, pero otras ha tenido consecuencias nefastas para aquellos que han sabido interpretar los mensajes que puede transmitir.

Este nombre de ouija deriva del francés oui y del alemán ja, dos palabras que significan los mismo: sí. Uno no llega a comprender por qué Feuld no dio a su tabla el nombre de uoiyes o jayes, pero así son las cosas. La tabla está formada por dos partes; la tabla propiamente dicha, donde están pegadas las letras del abecedario, los números 0 al 9 y dos palabras: SI y NO, y a veces ADIOS para avisar que el espíritu presente da por terminada la entrevista.
Hay una segunda pieza, movible, que puede deslizarse sobre el tablero y sobre la cual apoya muy levemente los dedos la persona que espera recibir un mensaje. La pieza, llamada a veces planchette, que suele tener forma de corazón, como antes se dijo, va deteniéndose en las letras o los números, uno después de otro, para formar un mensaje. La tabla fue utilizada con gran entusiasmo a fines del siglo pasado por algunos miles de aficionados de todo el mundo -menos por Kardec que era un poco anticuado- y a vuelto a convertirse en artículo de moda, o de diversión, por quienes desean pasar un rato agradable, sin caer en la cuenta de que se trata de un objeto peligroso, como se dirá más tarde.
Por supuesto que este juego, si así se le puede llamar, no es personal, sino que ha de ser colectivo. Mientras deja el actor principal que se deslice la plancha por la ligera presión de sus dedos, otra persona escribe en un papel todo lo que vaya resultando. En cuanto el espíritu visitante indica que debe abandonar el juego, puede leerse el mensaje.
¿Recibe el adepto a la ouija verdaderos mensajes del más allá, como suponen quienes en esto creen, o se trata de mensajes emitidos por el subconsciente de quienes utilizan la plancheta? Por lo que sea, los psicólogos opinan que este juego es peligroso y puede causar severos daños a la mente, e incluso conducir al protagonista a la locura.
Explican que, por lo general, el subconsciente se manifiesta a través de los sueños o por hipnosis. Jamás deben manifestarse consciente y subconsciente al mismo tiempo encontrándose el sujeto consciente. Puede sufrir por ello  fuertes traumas.
Además, ¿es posible que el mensaje recibido a través de la tabla ouija influya en los actos que realizará más tarde una persona?

Algunos ejemplos de la utilización de la ouija
Jennifer Lynn Springman, de 14 años, vecina de Downers Grove, Illinois, había sido siempre una muchacha nerviosa e impresionable. En diciembre de 1972 se encontraba con una compañera de la escuela, cuando a ésta se le ocurrió jugar un rato con la tabla ouija, Jennifer preguntó por curiosidad, a qué edad moriría. Podría haber preguntado cuál sería el nombre de su futuro novio, o a qué edad se casaría y cuántos hijos tendría, pero no fue casual que su pregunta se relacionara con su oculto desequilibrio nervioso. 
La plancheta dio una cifra, 18, y siguió con una palabra: asesinada. Las dos amigas rieron con la respuesta. Les parecía muy graciosa. Siguieron preguntando cosas relacionadas con la muerte de Jennifer: de que forma moriría. La tabla contestó de inmediato: estrangulada.
La joven murió estrangulada, como anunció la tabla, el 3 de octubre de 1976, faltando dos semanas para su 18 aniversario. Jamás atraparon al asesino. La amiga de jennifer consultó con la ouija, pero ésta no volvió a citar su nombre, ni dio el de su asesino.
Se ha convertido en clásico del tema lo sucedido una tarde de enero de 1885, en la ciudad de San Petersburgo, cuando una joven jugaba con la tabla ouija que acababan de obsequiarle. Obtuvo por conducto de ella un nombre: Andrei, que era el de su difunto padre. Cuando volvieron a jugar su madre y ella, el día 22, para ver si les ofrecía algo menos aburrido, sucedió algo asombroso.
Apareció el nombre de Alejandra. seguido de cinco palabras: "Tienes que salvar a Nicolás", que fueron seguidas por un curioso mensaje. Era la historia de un joven revolucionario llamado Mijaíl, que había sido sorprendido en una reunión clandestina y condenado a cinco años de destierro en Siberia. El mensaje había sido emitido después de morir Mijaíl, cuando intento huir de la prisión. Esta historia, que sería investigada por el Dr. Alexander Aksakov, gran aficionado a los fenómenos psíquicos, no pudo ser aclarada
¿Había leído lajoven de la ouija alguna novela, o escuchado una noticia que dejaron una profunda huella en su mente, sin que ella se diera cuenta, y fue surgir, ligeramente transformada, como consecuencia de la velada del 22 de enero?
Resulta sumamente sencillo cometer fraudes con la tabla ouija. Fue lo que sucedió a Clara Hoover, rica heredera que había sido invitada a tener experiencia por su amiga Margaret Faulkner, amiga de toda la vida. El New York Times del 6 de marzo de 1970 se dio a conocer lo sucedido. La persona que se ocupó de manejar la tabla fue, lógicamente, la amiga, quien obtuvo un mensaje del más allá que resultó, oh maravilla, francamente favorable para ella: un ser venido de otro mundo ordenó a la joven heredera hacer entrega a la querida amiga de una abultada suma de dinero.


















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