Alejandro se consideraba un amante perfecto. Por eso, no podía entender que su pareja estuviese insatisfecha con sus relaciones sexuales. ¿Qué podía fallar si él la complacía en todo? Lo que él no tenía en cuenta era la necesidad de las palabras en todo encuentro sexual.
Llegó puntual al bar de la plaza comercial, donde tenía que encontrarse con Alicia. Miró el reloj y decidió esperarla antes de llamar al camarero, abrió el periódico con la idea de echarle un vistazo pero, nada más leer el primer titular, la vio llegar. Venía como siempre, con su paso ágil y alegre.
-Hola Alejandro, espero no llegar tarde. ¿Te has quitado la barba? -dijo de corrido.
-No llegas tarde, sí me he quitado la barba y tú estas guapísima -le dijo al tiempo que se ponía de pie para darle un beso.
Para cualquier persona que estuviera observando la calidez de la escena, este encuentro no tendría nada de particular imaginaría que se trataba de una pareja o de dos amigos que se habían citado para tomar café. Ese observador casual no notaría nada extraño, porque lo que no sabría es que Alñejandro y Alicia habían estado casados diez años y llevaban seis separados.
Se conocieron en el instituto cuando eran unos chiquillos. Poco después, llegó el noviazgo. La boda fue consecuencia lógica y esperada en una pareja que se llevaba ¡tan bien!, que eran ¡tan amigos!
Compraron casa, su coche, tuvieron un niño y un perro, pero el problema fue justamente ése, el hecho de que eran ¡tan amigos!
Y un buen día se dieron cuenta que estaban viviendo como hermanos, que se querían mucho pero que a los dos les faltaba algo en su vínculo. Y así fue como, con la misma amistad y afecto con el que habían convivido, tomaron la decisión de separarse. Se encontraban con frecuencia, sobre todo debido a que tenían un hijo en común al que ambos amaban profundamente. ese día en particular tenían que verse porque Alejandro tenía unos libros para el pequeño Diego.
Hablaron un rato de los libros, llegó el camarero, pidieron un café y una infusión, hicieron algunos comentarios acerca de otros temas, hasta que en un momento dado, Alicia lo miro y, bajando la voz, le preguntó:
-Alejandro, ¿todo va bien?
-Sí claro, todo está en orden -contestó él sin apartar la vista el café-
-Venga, Alejandro, que nos conocemos. Mírame y dime que es lo que pasa -Insistió ella.
-Bueno, evidentemente, no puedo ocultar nada. Me pasa que estpy preocupado por mi relación con Cristina, eso es todo.
A los dos años de la separación, Alicia había vuelto a vivir en pareja con otra persona. Y Alejandro, después de algunas relaciones no muy duraderas, finalmente hacia un año que convivía con Cristina.
-No me digas que eso es todo. Tú no estás bien, ¿puedo ayudarte? -preguntó Alicia sinceramente preocupada.
-No me puedes ayudar porque el problema lo tiene ella, no lo tengo yo -dijo Alejandro al tiempo que llamaba al camarero para pedir otra bebida.
-¿No quieres contármelo? -le invitó ella con un tono muy afectuoso.
-Sí, a ti puedo decírtelo. Lo que pasa es que, no sé, siento que Cristina no disfruta del todo con el sexo y lo noto cada vez más.
-¿Le has preguntado qué le pasa?
-Sí, pero dice que son ideas mías. Que todo está bien, pero yo me doy cuenta de que no es verdad, que algo le falta. Alicia, a ti no tengo que contarte la importancia que le doy a la vida , sabes cuánto me ocupo de que la mujer dusfrute, pero con ella no entiendo que pasa.
-Quizás realmente le falte algo -insinuó.
-¡Por favor Alicia, no me digas eso! Tu sabes mejor qye nadie que soy un buen amante -replicó él con cierto tono de indignación.
Ella giro la cabeza, miró por la ventana un momento y, luego, volviendo la mirada hacía él, se decidió a confesarle:
-Alejandro, tú eres técnicamente un experto, pero... no eres un buen amante.
Su ex marido se quedo paralizado, ni en sueños esperaba escuchar algo semejante.
-¿Cómo que no soy un buen amante? -pregunto incrédulo
-No, Alejandro, no lo eres, y siento muchísimo tener que decírtelo, pero creo que soy la única persona que puede hacerlo y te quiero demasiado como para callarme.
-Pues tú nunca te has quejado -dijo él visiblemente molesto.
-No ironices y escúchame. No me quejaba porque si bien sentía que me faltaba algo, pensaba que eran cosas mías porque tú lo hacías todo de maravilla. Conoces el cuerpo de una mujer como pocos, sabes dónde y cómo tocar, manejas la intensidad. De verdad eres un especialista, pero... -dijo Alicia sin poder finalizar el discurso ante la impaciencia de Alejandro.
-Entonces, ¿cómo dices que no soy un buen amante?, ¿que es lo que falta? -pregunto visiblemente ofendido.
-Faltan palabras. En el sexo tú eres mudo, Alejandro -y se calló con la mirada clavada en los ojos de él.
-¿qué dices? ¿Cómo que me faltan palabras? -preguntó ahora confuso.
-Si, Alejandro, tú no hablas durante la relación, es más, de tu boca no sale nada, salvo un suspiro en el orgasmo. El sexo contigo es pulcramente perfecto, pero es frío no tiene magia. le falta el encuentro y la complicidad que dan las cosas apenas susurradas y la carga erótica de las expresiones de placer.
Las mujeres somos muy auditivas durante la relación sexual, y tú das todo, menos sonidos -y se calló, midiendo atentamente la reacción de Alejandro.
-¿Hablar más? Pero, ¿qué tengo que decir?
No sé, Alicia, no entiendo de qué se trata.
-Se trata de que en la relación estés presente todo tú, como lo haces en cualquier otra actividad a la que te entregues con alguien. Contigo, están unas manos que acarician con destreza y una boca que besa en el sitio indicado, pero no estás tú. Entonces, la sexualidad es de una maestría digna de una película porno, pero no hay un verdadero encuentro, ¿comprendes?. El buen sexo incluye también la comunicación verbal.
Él se sentía desconcertado. Se quedó pensativo y reparó en que, alguna que otra vez, Cristina le había pedido que hablara más. pero no sabía a qué se refería.
Habló un largo rato con Alicia, y Alejandro empezó a darse cuenta de que al estar "mudo" en sus relaciones, anulaba una parte de si mismo. Él no quería eso; lo que quería era estar más cerca de la mujer que amaba. Y ahora sabía que las palabras iban a ser ese puente que le llevaría más cerca de ella.
PONERLE VOZ AL SEXO
Encontrarse con la pareja
El problema de la ausencia de palabras es que la relación sexual se puede transformar en algo con una gran carga erótica, pero sin pleno encuentro de pareja. Corremos el riesgo de convertir nuestra sexualidad nuestra sexualidad en algo puramente táctil, donde cada uno esté en su propio cuerpo y su propio disfrute, donde el otro sea una herramienta de placer, perfectamente reemplazable por cualquier persona con la que tuviésemos el mismo nivel de confianza. En sintesís, sin palabras, en el encuentro se transforma en una relación anónima sólo que con un grado muy alto de confianza que facilita el erotismo.
Amar con los cinco sentidos
La sexualidad es probablemente el acto en el que ponemos más en juego toda nuestra actividad sensorial. Durante la relación sexual nos estimulamos con el tacto, la vista, el olfato, el gusto y, por supuesto, el oído. Porque así como nos excita tocar, ver y oler, también nos estimulan el sabor de los fluidos corporales y, por supuesto, las palabras, las manifestaciones de placer expresadas verbalmente. Tanto es así que sólo con lo que oímos podemos llegar a un grado altísimo de excitación erótica.
Hablar de lo que haremos
A la mujer le estimula muchísimo lo que escucha durante la relación sexual y al hombre le suele estimular más lo que escucha antes del propio encuentro, porque generalmente, durante el acto sexual,las mujeres son más auditivas y los hombres, más visuales. Jugar con la pareja hablando de lo que vamos hacer por la noche o mañana por la mañana es una manera de que el estímulo esté presente en todo momento. Así que bienvenido también el verbo antes de la relación sexual por su potencial sensual.
Crear complicidad
Muchas veces, cuando hablamos de comunicación sexual, entendemos como tal el hablar de lo que nos gusta o no en el sexo, pensamos que es el ponernos de acuerdo con nuestra pareja en el tipo de sexualidad que queremos... pero eso es únicamente una parte de la comunicación sexual que tiene que ver con el intercambio de información. pero, luego, está la parte que se refiere al encuentro, a la complicidad, al juego y a la magia. Cuando las manos que me tocan tienen la voz de mi pareja y las caricias están dirigidas a mí, porque así lo expresan sus cálidas palabras, ya no son sólo unas manos acariciando un cuerpo, es toda la persona amada la que acaricia.
Decir lo que te gusta
También son importantes las palabras al acabar la relación sexual; para comentar ese pequeño mordisco que tanto nos ha gustado, esa caricia imprevista que nos ha arrancado un suspiro, para reírnos incluso si las cosas no han salido totalmente como esperábamos... Las palabras pueden ser el colofón perfecto del acto amoroso, ssirven para comunicarnos el una al otro aquello que más nos ha gustado y que esperamos que se repita, y crean la complicidad necesaria en la pareja.
Las palabras sobre el papel
El efecto que puede tener una carta erótica dirigida a la pareja es muy poderoso. Por un lado, nos ayuda a desinhibirnos si nos cuesta normalmente expresarnos o nos da pudor hablar de sexo; y por otro, puede convertirse en un divertido juego que saca a la pareja de la rutina establecida normalmente. Algunas personas se escriben notas, mensajes por móvil o correos electrónicos y mantienes así un canal de comunicación erótico siempre abierto que enriquece la vida sexual de la pareja.
Escuchar música
Muchas veces, las canciones con determinada letra ayudan a poner palabras a lo que queremos vivir, sobre todo si estamos en una noche romántica. La música también erotiza, sólo es necesario hacer una buena selección previa.
Los sonidos que excitan
No son palabras, pero son muy estimulantes; los sonidos, suspiros, gemidos y hasta gritos suben, la temperatura del encuentro sexual y ayudan a saber lo que nos gusta y lo que no. Además, su espontaneidad nos transmite que estamos dispuestos a dejarnos ir y a experimentar.
Jugar con la fantasía
Como el órgano de la sexualidad es, en realidad, el cerebro, no hay mejor afrodisiaco que la imaginación. Podemos fantasear con nuestra pareja distintas situaciones y jugar. Por ejemplo, el juego puede comenzar durante la cena como si se tratara de la primera cita y sostener esa ficción todo el tiempo. Incluso en la cama.
JULIA ATANASOPULO
Psicóloga, Directora
del Centro Andaluz
de Psicología
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